Mi vida es como un tren sin rumbo, que va forjando sus propios raíles…un valle de lágrimas, en las que nado y sonrío mientras nado…porque qué es la vida sino llorar y reír?, unas veces lo puedes hacer al mismo tiempo, otras veces solo lloras y otras solo ríes, el motivo puede ser una razón lógica y de peso o puede ser un sin sentido, o un cúmulo de sin sentidos totalmente lógicos y de peso…Derramo lágrimas cada uno de los días de mi vida, un poco...las que salgan sin forzar…unas lágrimas densas y pesadas como un agua turbia pero cristalina a la vez, como el agujero turbio y cristalino que atraviesa mi corazón, una herida abierta que permanecerá así hasta el fin de mis días..pero que no me impide nadar de vez en cuando en la turbiedad de mi infelicidad a veces feliz, unas lágrimas que salen de mi y que flotan en el aire y me hablan y yo les hablo y les dejo mensajes… son mis lágrimas mensajeras, que viajan a través del tiempo y la distancia, y luchan contra ellos y que sé que llegan a donde yo deseo que lleguen, porque las lágrimas siempre vuelven, aunque a veces se vayan…y sé que mi destino es ese, el de mis lágrimas mensajeras que se van para siempre volver…por eso en esos leves momentos de éxtasis en los que una cosa o alguien llega y te arranca del alma la mayor de las sonrisas o la mayor de las caricias, se hacen tan intensos en mi, porque no estoy acostumbrada a vivir momentos extasiantes, y porque cuando los vivo soy consciente de su dolorosa fugacidad…me rompe el alma esa fugacidad…
En las últimas noches que me he sentado en la cama a fumarme el último cigarro del día, se me ha sentado al lado entre mi almohada y yo, Edith Piaf para ofrecerme un poco de morfina etérea; la morfina etérea no es como la terrenal...esta es más potente y solo sirve para los dolores de las almas atormentadas, huele a dulce como a manzana caramelizada, esas manzanas que mi madre me prohibía comer de pequeña porque me hacían mal a los dientes, mis manzanas prohibidas particulares…Edith me trae morfina y manzanas prohibídas, yo le pido que me cante y yo le canto a ella y al final terminamos cantando juntas, de morfina hasta las cejas (o hasta sus no cejas), y rodeadas de caramelo y huesos de manzana…y al final soy yo la que huele a morfina, manzana y caramelo, y es cuando llega alguien que te huele el cuello y te dice lo bien que hueles, y yo me digo a mi misma: qué bien que huelo cada vez que viene a visitarme Edith, y le guiño un ojo…el mismo ojo de la lágrimas mensajeras…
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